13/2/08

Ben Frost es un Australiano que cambió de isla por una más inverosimil, extrema y fría: Islandia. E Islandia nos trae como referente a Bjork (entre otros muchos). Frost remezcló el tema Desired Constellation en el single de The Triumph of the heart.
El disco que ahora presentamos, Theory of Machines ha sido catalogado como la definición más pura del futuro de la música electrónica. Y no es para menos: choques que se producen entre ruido y silencio, entre fealdad y belleza, entre una muralla de guitarras distorsionadas y un cuarteto de cuerda. Acá un texto tomado de www.musica.heineken.es, al respecto del disco:

"Ben Frost conjuga una electrónica zumbante, ruidosa, distorsionada, por instantes desasosegante, pero siempre dotada de un poso de belleza apaciguadora; y dentro de la que destaca su dominio para con la épica y el éxtasis, y los caminos que llevan a ellos; así como, a través del anterior, su capacidad para jugar con nuestras emociones y reacciones (algunas de ellas físicas, como la de llevarte las manos a los oídos las primeras veces en determinados momentos). No hay mejor ejemplo de lo anteriormente expuesto que el tema homónimo con el que se abre Theory Of Machines. Una canción que combina tanta delicadeza y ofuscación como angustia y calma es capaz de transmitir al espíritu dentro de su tosquedad rudimentaria. Sencillamente, se trata de una de las más bellas y penetrantes composiciones (de nuevo, más allá de lo físico sin dejar a este de lado) que vayamos a escuchar en lo que queda de año, gracias a unos arreglos de cuerda en cascada que rebotan contra un fondo que crepita con saña. Frente al horror vacui de la primera, Stomp concede importancia a los silencios en un inicio que nos trae a la memoria a otros habitantes del frío: Pan Sonic (gélidas atmósferas industriales, ambientes en suspenso, beats punzantes). Pero no tarda en entrar en juego la distorsión de una guitarra (mal)tratada (y ahora nos viene a la memoria Oren Ambarchi) con la que la máquina se pone en marcha, su corazón a latir. Después, la paz sobre un lago de electricidad estática. Rota al poco rato por nuevas interferencias y viejos ritmos mecánicos. Total, ocho minutos y medio con el corazón en un puño. A partir de aquí se acaba la pauta calma-tormenta-calma que protagonizada las canciones y entramos en terrenos no menos inquietantes aunque sí no tan agrestes. We Love You Michael Gira empieza entre nubes de graves zumbando al unísono, surcadas de repente por una tenue guitarra y una alarma (como de camión marcha atrás) que se queda a un paso de acabar con tus nervios. No antes en todo caso de que el ritmo comience a tomar forma y la cosa se ponga verdaderamente fea a base de casquería digital (beeps, glitches, blips y demás morralla). Aquí el crescendo no es tan evidente, y a él se suman unas cuerdas que en teoría deberían ayudar a rebajar la tensión. Todo lo contrario. Tras el arrebato noise-rock de …Coda, Forgetting You Is Like Breathing Water es una epifanía de estados gaseosos a temperatura bajo cero. Una sucesión de timbres y tonos en la que no parece pasar nada, contrapunto a un álbum que hasta entonces te había mantenido constantemente a la expectativa. Pero once minutos dan para mucho: para dar entrada a una melodía, para que una caja se desperece lentamente, para que los recurrentes drones vuelvan a hacer acto de presencia o para invocar a Michael Nyman, Tim Hecker o Max Ritcher como a lo largo de los minutos anteriores se ha hecho lo propio con Sunn O))), Ryan Teague, Steve Reich, Fennesz o Mogwai. Para, a fin de cuentas, poner el broche de oro a un disco que llevará tiempo olvidar."

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