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El director ruso Ivan Maximov ha desarrollado una estética personal que pareciera anclada en el surrealismo y el onirismo de la primera mitad del siglo pasado, por su capacidad para crear universos paralelos con sus propias leyes en los que es posible ver cabezas sobre ruedas o peces volando. Tanto su formación como biofísico, su melomanía y su amor a las artes visuales; quedan reflejadas en sus cortometrajes animados, engañosamente infantiles y cargados de múltiples lecturas posibles.
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