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Con la estructura de la ópera clásica, María de Buenos Aires se divide en 16 cuadros que representan la obertura, intermedios instrumentales, arias, coros, recitativos y duetos de aquélla, aunque sobre ritmos de tango, milonga y vals criollo. En perfecta consonancia, el texto también sincretiza los rasgos de la lírica del siglo XIX y la tradición sacra, con la mítica local y personajes sólo posibles en el imaginario de Buenos Aires; las más barrocas metáforas de prosapia hispana (Neobarroco) con el léxico popular del Río de la Plata; neologismos casi crípticos fundados al mismo tiempo en la lengua latina y el argot propio de la lengua coloquial bonaerense, el lunfardo.
La heroína de este evangelio profano es santa y pecadora, mártir y vencedora, hija y madre de Dios, eterna y mortal; es las mujeres, la voz del tango, la gente sencilla, las creencias de la ciudad, “el foco del misterio/ de un dios atribulado,/ un pobre dios porteño/ que amaba a su manera”.
Al contrario de la tragedia habitual, la historia comienza con la desolación y termina en la esperanza.
De ésta etapa de Piazzolla María de Buenos Aires es un trabajo infaltable en las colecciones serias sobre el tema. Poco a poco, iré posteando la discografía de éste genio del siglo XX que reescribió la historia del tango y sirvió de base para el actual tango electrónico, género que incluso ya Piazzolla inventaba en la década de los `70s.
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