María de Buenos Aires, -operita- en dos partes, según la definición de sus autores, con música de Ástor Piazzola y textos de Horacio Ferrer. Fue compuesta entre 1967 y 1968 . Tanto en su estreno como en su primera grabación, fue interpretada bajo la dirección de Piazzola por Amelita Baltar (cancionista), Héctor de Rosas (cantor), Horacio Ferrer (recitador), coro mixto, y una orquesta formada por diez virtuosos solistas, entre ellos por supuesto, el propio Piazzola.
Con la estructura de la ópera clásica, María de Buenos Aires se divide en 16 cuadros que representan la obertura, intermedios instrumentales, arias, coros, recitativos y duetos de aquélla, aunque sobre ritmos de tango, milonga y vals criollo. En perfecta consonancia, el texto también sincretiza los rasgos de la lírica del siglo XIX y la tradición sacra, con la mítica local y personajes sólo posibles en el imaginario de Buenos Aires; las más barrocas metáforas de prosapia hispana (Neobarroco) con el léxico popular del Río de la Plata; neologismos casi crípticos fundados al mismo tiempo en la lengua latina y el argot propio de la lengua coloquial bonaerense, el lunfardo.
La heroína de este evangelio profano es santa y pecadora, mártir y vencedora, hija y madre de Dios, eterna y mortal; es las mujeres, la voz del tango, la gente sencilla, las creencias de la ciudad, “el foco del misterio/ de un dios atribulado,/ un pobre dios porteño/ que amaba a su manera”.
Al contrario de la tragedia habitual, la historia comienza con la desolación y termina en la esperanza.
De ésta etapa de Piazzolla María de Buenos Aires es un trabajo infaltable en las colecciones serias sobre el tema. Poco a poco, iré posteando la discografía de éste genio del siglo XX que reescribió la historia del tango y sirvió de base para el actual tango electrónico, género que incluso ya Piazzolla inventaba en la década de los `70s.
Con la estructura de la ópera clásica, María de Buenos Aires se divide en 16 cuadros que representan la obertura, intermedios instrumentales, arias, coros, recitativos y duetos de aquélla, aunque sobre ritmos de tango, milonga y vals criollo. En perfecta consonancia, el texto también sincretiza los rasgos de la lírica del siglo XIX y la tradición sacra, con la mítica local y personajes sólo posibles en el imaginario de Buenos Aires; las más barrocas metáforas de prosapia hispana (Neobarroco) con el léxico popular del Río de la Plata; neologismos casi crípticos fundados al mismo tiempo en la lengua latina y el argot propio de la lengua coloquial bonaerense, el lunfardo.
La heroína de este evangelio profano es santa y pecadora, mártir y vencedora, hija y madre de Dios, eterna y mortal; es las mujeres, la voz del tango, la gente sencilla, las creencias de la ciudad, “el foco del misterio/ de un dios atribulado,/ un pobre dios porteño/ que amaba a su manera”.
Al contrario de la tragedia habitual, la historia comienza con la desolación y termina en la esperanza.
De ésta etapa de Piazzolla María de Buenos Aires es un trabajo infaltable en las colecciones serias sobre el tema. Poco a poco, iré posteando la discografía de éste genio del siglo XX que reescribió la historia del tango y sirvió de base para el actual tango electrónico, género que incluso ya Piazzolla inventaba en la década de los `70s.
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